Somos Luz

viernes, 5 de septiembre de 2008

Los Suspiros de Dios

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Cada suspiro de Dios toma la forma de un alma,
que se realiza en la flor, en la rosa, en la crisálida
cada suspiro de Dios, es el aire que nos baña
trayéndonos el murmullo del riachuelo y la quebrada.

Y los suspiros se esconden, en medio de las montañas
y van labrando la tierra, dando vida a nuevas plantas,
y van llenando de anhelos el alma del campesino,
extendiendo cada día nuevas alfombras de trigo.

Y se ocultan en las ramas de los manzanos y olivos
y toman forma de plumas, en los polluelos de un nido
Y se posan en los ojos tiernos e ingenuos de un niño
y en el alma de los hombres, siembras paz, quietud, alivio...

Cada suspiro de Dios, regresa de donde vino,
del labio que lo exhaló con un amor infinito,
como aquel suspiro tierno, que en pesebre se hizo niño
y en una cruz fué devuelto, en la agonía de Cristo.

Marta Lilián Molano L
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lunes, 18 de agosto de 2008

Cascaroncitos Rotos

En el atardecer de un día domingo,
Cuando apacible y sola caminaba,
Debajo de un arbusto gigantesco
Que frente a una casona abandonada,
Cual veterano soldado de guerra
Cerca de su portal montaba guardia,

Vi desprenderse en un crujir de hojas
A un nido muy pequeño de sus ramas
Y sin que nadie pudiera evitarlo,
Indefenso cayó, bajo mis plantas...

Cascaroncitos rotos se esparcieron...
Fragmentos de una vida ya quebrada,
Y ante el partir de aquella tierna vida
Que no pudo cantarle a la alborada,
Entre las alas rotas del silencio
Un recuerdo fugaz, llegó a mi alma.

¿A dónde va el amor, cuando se ha ido?
¿A dónde va el amor, cuando ha volado?

¡Cuántas huellas quedaron en el nido!
Pequeñas plumas de colores vivos
Que el sol en su fulgor había pintado,
Hoy solo son retazos desteñidos...

Insistentes fantasmas escondidos,
Que se resisten a vivir guardados,
Para siempre en el álbum del olvido...

¿A dónde va el amor cuando se ha ido?
¿A dónde va el amor cuando ha volado?

¿Quizás como jinete enardecido
Buscó su fruto en un edén prohibido
Y preso entre sus ramas ha quedado?

¿A dónde va el amor cuando se ha ido
Y deja un corazón tan lastimado?

Yo quisiera ser frágil cual gaviota
Y extendiendo mis alas, remontarme
Al país de los sueños ya perdidos,
Donde las aves han dejado el nido
Y esperando por mí...¡Allí encontrarte!
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Marta Lilián Molano
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sábado, 1 de marzo de 2008

Sábanas Blancas

mis letras
Era una noche ajena a los recuerdos, al insistente canto de los grillos, indiferente al trémulo rocío, que plasma el vaho en la ventana fría, y es confidente de tardes sombrías, que deshojan marchitas esperanzas de un devenir callado, mudo, incierto, bajo el lento desfile de la arena, en el reloj impávido del tiempo.

En esa noche sin lapso y memoria entre sábanas blancas perfumadas, yacen desnudos dos amantes cuerdos.
Anónimos viajeros, errantes del espacio, de la brisa traviesa cantarina; peregrinos de sueños transparentes y de eróticas danzas con canto y fantasía.

Frenéticos suspiran, entre sábanas blancas con encaje de antaño, que al mirarlas parece que han bordado, a través de los años, susurros y poesía, madrugadas de besos de caricias y temblor de pupilas, de oraciones calladas y sedientas en éxtasis dormidas....

Bajo la lluvia titilante fría, que golpea el cristal de la ventana hay una danza gloriosa y extraña que se percibe entre las blancas sábanas. Un palpitar de corazones locos, como hermosos caballos galopantes que van en busca del edén perdido, en la punta sublime de un diamante.

El grito que se ahoga en un gemido, y el arroyo fecundo, fiel, constante, sobre sábanas blancas perfumadas nuestros cuerpos anhelan abrazarse, anónimos viajeros, errantes del espacio mudo, incierto, bajo el lento desfile de la arena, en el reloj impávido del tiempo.


martes, 5 de febrero de 2008

Poemas de Amor





Como Violetas

cc(Poema acróstico)


Ecntre las olas de la mar, soñando
cccY sobre un lecho de ilusiones idas,
cccReíamos felices de adorarnos
cccY renacía la dicha en nuestras vidas.
Lcejano resplandor, luz que agonizas,
cccTan distante tu vida de la mía...
cccNo temas que mi amor, pueda extinguirse,
ccc
Lo aprisiono con fuerza en mi alma herida.
Incnfinidad de sueños compartidos,
cccAcaricio en mis noches de tristezas,
cccBullen mis venas, como ardiente río,
ccc¡Mi sangre te reclama con vehemencia!.
Enncadenadas entre tu silencio,
cccMis alas mensajeras se liberan
cccY tienden ante ti un pasado hermoso...
cccYa hace un año de aquello ¿Lo recuerdas?

Ceeñida a ti, en agónico delirio,
cccAún puedo percibir tu cuerpo tibio,
cccEntrelazado ardientemente al mío.

mis letras
Enncendiendo pasiones escondidas,
cccCoronábanse juntas nuestras vidas
cccY tras la plenitud ilimitada,
cccLa llama ardiente, convertida en calma,
cccCon su paz celestial, nos cobijaba.
Reecuerdas nuestro ayer? – Yo te convido,
cccA revivir tus sueños y los míos
cccY allí entre los escombros de tristeza,
cccFlorecerá el amor, como violetas,
cccSalpicadas con chispas de rocío.


PENSANDO EN TI

Cuando pienso en ti Dulce Amigo de mi Alma,
El tiempo se detiene reclinado en mi almohada...
Surgen palabras nuevas...La soledad se espanta
Y el corazón palpita, al compás de mil ansias,
Cuando pienso en ti, Dulce Amigo de mi Alma.

La perdida esperanza, hoy llegó a mi ventana
Vestida de rocío y estrellitas plateadas,
Entretejiendo sueños que traspasan distancias
Y luego se convierten en mariposas blancas,
Que entre sublimes notas de melódicas arpas,
Buscan su dulce néctar, en el fondo de tu alma.

Cuando pienso en ti, Amigo...¡No se como decirlo!
Despiertan los instintos cual nardos en mi piel,
Casi siento tus labios sedientos en los míos...
Casi siento tus besos impregnados en miel.

Ansiosos hoy mis dedos, recorren en tu espalda,
Trazando nuevas sendas, que anhelan conocer
Y al roce de tu abrazo... ¡Se me desborda el alma!
¡Y se queda dormida, debajo de tu piel!
el otoño en los ojos de un niño
Marta Lilián Molano L
marta lilian molano

domingo, 27 de enero de 2008

Fragmento libro poemas

Tres Flores Blancas en el Muladar

(“En homenaje a la flor silvestre que una vez fue niña”)

Marta Lilián Molano León
tres flores blancas en el muladMientras la luz del mediodía descansa sobre las ramas de los abetos, en la pendiente se escuchan pasos vacilantes y lentos, como si la persona que recorriendo está el difícil trecho, llevara a cuestas una pesada carga que le agobia.
Aunque el camino ya casi concluye y se aprecia muy cerca la pequeña casucha, para la joven de mirada triste es el sendero más largo y difícil que alguna vez pensara recorrer.
El silencio reinante se rompe por momentos entre el rítmico trino de algún pájaro. La maloliente atmósfera de aquel lugar podía percibirse en el ambiente, varias huellas marcadas a la entrada del rancho y un olor penetrante a cigarro y licor. ¡Sus captores, al fin se habían marchado!.
Daniela fatigada, muy débil, abrió la puerta de la humilde habitación, tiró la gorra lejos dejando en libertad su cabello castaño ensortijado y se quitó las botas militares. Sus pies estaban enrojecidos y con muchas ampollas; respiró profundamente y miró la fecha en el almanaque que estaba suspendido en la pared, hoy cumplía dieciséis años. Tomó el pequeño álbum de fotos familiares que había en su mochila tirada en un rincón y al mirar en las páginas amarillentas, dos caritas sonrientes la hicieron pensar en su pasado.
Cerró los ojos por un breve instante y un rictus de amargura se dibujó en sus labios que todavía parecían de niña. Los recuerdos de la infancia acudían a su memoria, como un desfile de fantasmas mudos, que danzaban grotescos y burlones, tomados de la mano bajo la tenue luz de una lámpara de kerosén y luego huían despavoridos entre cortinas de humo, ahuyentados por risas infantiles y cantos de gorriones que plasmaron sus notas melodiosas, en la sonrisa cálida de la abuela Isabel.
La brisa calurosa que se filtró entre las grietas de la pared dañada, trajo del muladar cercano un olor añejo a madera podrida, a cigarros y a tufo.
El delicado roce de la cola de Peggi, su consentida gata parda, ronroneando feliz, sobándose en sus piernas, la hizo volver a la realidad. Tiro el álbum de fotos sobre la mochila­, mirándose al espejo levantó su camisa camuflada y con las manos temblorosas frías, contemplando su vientre levemente abultado, dibujó en el, un corazón pequeño como si pretendiera que la frágil criatura que estaba en gestación, lo mirara y sonriera.
Daniela era delgada y su vientre tan pálido y tan suave, como los blancos pétales de una rosa escarchada de rocío.
Con agua fría, quiso borrar el rastro de sus lágrimas y luego de servir un poco de alimento en la vasija de Peggi, se tendió en el destartalado catre, colocó la almohada sobre sus ojos y nostálgicamente contempló sus recuerdos.
-“No me agrada que me peines de trenzas”- Le decía Mariana su hermana menor, pero al mirar a través del espejo los gestos ocurrentes y graciosos que ésta le hacía, no le quedaba otra alternativa que reírse a carcajadas y olvidarse al menos por un lapso de tiempo, de su cabello estrictamente peinado. Siempre era igual, como un fiel ritual cada mañana, cuando se disponían a ir a la escuela; pero a la hora de recreo Daniela tenía que resignarse cuando veía de lejos a Mariana, correr como un potrillo salvaje con su melena alborotada al viento.
La escuela quedaba en un pueblo cercano a la finca en donde residían. Había un camino corto, definido por bellos cocoteros plantados frente a frente, que abanicaban sus hojas bajo la suave brisa y todos se veían uniformados con los troncos pintados de blanco a la misma altura de un metro.
Aquella pequeña vereda era como un paraíso, el refugio ideal donde acudían pájaros arroceros, azulejos y periquitos de pico amarillo.
La entrada al plantel estaba enmarcada por amplios corredores de baldosas antiguas, limpias y relucientes, decorados con macetas colgadas de orquídeas y helechos majestuosos que inclinaban sus hojas delicadas y esbeltas, hasta los barandales, como haciendo una venia de amistoso saludo a todos los alumnos que alegres conversaban, dirigiéndose en fila hacia los salones.
Ante sus ojos, nublados y tristes vio la mirada fría y prepotente de la rectora, con la nariz rojiza respingona y gesto autoritario militar, parada muy erguida frente al estandarte tricolor, entonando orgullosa, con la mano en el pecho, las extensas estrofas del himno nacional.
La maestra Paulina…ese era su nombre; la autoridad estricta, a quien todos con fervor respetaban: “Los docentes, el cura, los padres de familia, el boticario y hasta el jardinero”. Ella era inconmovible, rígida, aunque tenía también su lado vulnerable y por cierto, en el pueblo y regiones aledañas ya todos lo sabían. Por alguna razón dice el adagio de que “En pueblo chiquito, infierno grande”.
El secreto de la maestra Paulina quedó expuesto frente a una gran parte de sus alumnos (por no decir de todos ellos) cuando en cierta ocasión provocó un ataque de histeria colectiva: Ante la tímida aparición de un pequeño ratoncillo que asomó sus barbitas temblorosas por el cajón entreabierto de su escritorio, la maestra gritó con agudos chillidos que se escucharon en todo el plantel. El zapateo convulsivo de la rectora alertó a todos los estudiantes de su clase, entonces se formó la algarabía, el patatús y el pánico; pero al descubrir el motivo verdadero de todo este alboroto, surgieron estruendosas carcajadas entre los alumnos.
El domingo siguiente después de aquel suceso, la maestra un poco abochornada comprobó que todo el pueblo ya estaba enterado, cuando al llegar a la iglesia y dirigirse al señor cura, el hizo un gran intento en controlar su risa y antes de empezar la ceremonia, las personas que allí estaban presentes, cuchicheaban entre ellas y reían.
Del lunes hasta el viernes para Mariana y Daniela el día comenzaba a las seis de la mañana, cuando sentían el aroma a café fresco y el canto matutino de la abuela Isabel, era como el preludio de armonía familiar, la caricia intangible pero segura que se manifiesta en pequeños detalles y hasta se percibía en las nubes de humo que llenaban la cocina, cuando encendía el fogón de leña.
Simón, el padre de Daniela y Mariana, era un labrador dedicado y en constante comunión con la naturaleza. La mayor satisfacción que reflejaba su mirada coincidía con el tiempo de la cosecha, entonces su semblante irradiaba felicidad, como si juntamente con las pinceladas de bellos colores y olores cítricos y dulces que aromatizaban su entorno y mudaban el aspecto del campo, también se transformara su hombre interior renovando su vida. Aunque a decir verdad, su padre pocas veces sonreía. Debió ser muy difícil para el, después de luchar contra la furia indomable del creciente río, fallar en el intento de rescatar a su esposa.
¡Qué lejanas se muestran ahora aquellas vivencias! El recuerdo de su madre Lucia, parece emerger de entre las páginas de un bello cuento de hadas. Sus grandes ojos negros se quedaron por siempre en su memoria, igual a los luceros que resplandecen profundos y enigmáticos en las noches de luna llena. En aquel tiempo Daniela veía todo desde otra perspectiva, con la mirada de una niña tierna, inocente, feliz. ¡Pero era tan grato verlos juntos! Para entonces su mayor anhelo consistía en cumplir quince años. Ahora daría todo porque el tiempo se hubiera detenido. ¡Como duele crecer! Pensaba muchas veces, pero el crecer, también tiene sus beneficios. Así es la vida, indescriptiblemente extraña, injusta y bella, aunque a veces laceran las heridas.
mis letras ¿Será posible que nuestro ser interno se logre transformar y embellecer con el dolor que causan las vivencias amargas, así como en las ostras, la herida se transforma en una hermosa perla? “El color de las cosas, depende del cristal con que se miren” (reza una corta pero sabia frase). Si las hondas heridas embellecen, en las frías entrañas de mi patria, entre surcos inmensos de violencia y tristeza, matizadas del ocre de la tierra, yacen ocultas muchas perlas negras…esqueletos anónimos de niños, de mujeres y ancianos, de valientes soldados, humildes campesinos, de guerrilleros y de hombres letrados.
mis letras ¡Como duele crecer! Y en mi sangrante patria ¡Como duele ser niño! Ser huérfano, ser viuda o desplazado y sentirse como una ínfima hormiga ante el Goliat infame de la prepotencia.
En su niñez temprana, Daniela nunca imaginó que fuera de su ámbito familiar, efervescia un mundo de violencia.
Cuando miraba atenta los ojos de su padre, ella jamás vio en ellos un vestigio de odio, aunque después de la muerte de su madre, llegó a comprender la frustración y enojo que lo convirtió en un hombre diferente que buscaba en sus largas jornadas de trabajo, olvidar un poco su tragedia. Algunas veces papá era un tanto huraño, pero esto no le convertía en un mal padre. Las pequeñas estaban plenamente seguras del amor que él les profesaba. En ocasiones papá solía llamarlas “Mis Flores Blancas” y es que la candidez de sus rostros serenos e inocentes, realmente le conmovía. Aunque distaba mucho de ser un hombre intelectual, el poseía una belleza interna inextinguible.
Sin atreverse a expresarlo con palabras, ella pensaba que su padre había envejecido prematuramente. Aunque aún era un hombre joven cuando aquello sucedió, a partir de ese momento se vislumbraba sobre sus hombros el peso de toda una vida. Experiencias que dejaron una dolorosa huella en su alma, cincelando heridas muy profundas.
Mis Letras Entre la austera soledad del cuarto, Daniela no dejaba de pensar: ¡Si estuviera Mariana, todo sería distinto! Ella tenía la magia, el toque angelical de transformar los momentos sencillos cotidianos, en experiencias gratas.
Si estuviera Mariana, con sus catorce años apenas por cumplir, ella sería su fuerza, la razón más valiosa para hacer frente a la adversidad y al temor que le causaba su actual condición. Los inquietos pensamientos invadían su mente, como trémulos pajarillos asustados, que no logran encontrar un refugio seguro.
Una y otra vez veía entre sus sueños el rostro inolvidable de su hermana, los hoyuelos pequeños definiendo con gracia el candor de su risa y su cabello despeinado al viento enredado en las hojas de los árboles, cuando subía en sus ramas para alcanzar los mangos amarillos y curiosear de cerca, los nidos solitarios.
mis letras La tímida sonrisa dibujada en el pálido rostro de la niña mujer, que tiritaba con escalofrío tendida boca arriba sobre el vetusto catre, más que sonrisa, parecía una mueca, un gesto de dolor perdido en el silencio, sin más testigo cerca, que Peggi, la consentida gata parda que tierna ronroneaba recostada a sus pies.
Pensó en un episodio que nunca olvidaría, la experiencia de su primera menstruación, cuando Mariana descubrió la sábana manchada y asustada corrió hasta la cocina en busca de la abuela. Todavía recuerda las pócimas calientes de menta y de canela que ella le preparó y el cataplasma tibio de láudano alcoholado que colocó en su vientre.
Si estuviera Mariana, seguro haría una broma al recordar y sin duda a sus pies, estaría ella en vez de Peggi, brindándole una frase de alivio y esperanza, haciendo camisitas, gorras y calcetines de sus enaguas viejas y buscándole un nombre gracioso y ocurrente al futuro bebé.
mis letras Dos años han pasado, tan lentos y sombríos, que quisiera arrancar de su memoria todos esos recuerdos, con la facilidad que se desprenden las hojas desteñidas del almanaque de su habitación.
En aquel tiempo, todos en la región estaban preocupados por el calor intenso y cuando a torrenciales la lluvia desgajaba extensos platanales y el río embravecido inundaba las viviendas paupérrimas, el calor no cesaba, a los estragos de la fuerte lluvia se sumaban las nubes de mosquitos insaciables de sangre y las salamandras sagaces y escurridizas, se ocultaban debajo de las almohadas para dormir tranquilas, arrulladas por el goteo constante que provenía del techo de las húmedas casas, emitiendo su lúgubre sonido al caer entre las ollas viejas de aluminio esparcidas por el suelo.
marta molano
Así fue aquel anochecer sombrío de hace dos años atrás. Daniela cumplía catorce años, la abuela y su padre bromeaban bajo la mirada suspicaz de la pequeña Mariana, mientras en la cocina, iluminados por la tenue luz de una lámpara de kerosene, todos se disponían a degustar el platillo especial que para ésta ocasión con esmero y amor la abuela había preparado. Abruptamente cinco hombres armados, con ropas camufladas y el rostro cubierto, irrumpieron en el lugar. Todo pasó muy rápido; podría decirse que en cuestión de segundos, sus vidas tomaron un rumbo diferente. El que parecía ser el líder, entre malévolas carcajadas dirigiéndose a los otros, dijo: -Tenemos carne fresca… ¡Justo lo que necesitamos!.
Daniela y su hermana fueron obligadas a unirse a ellos. Mariana corrió tratando de escapar, cuando fue alcanzada por las mortales balas que acabaron con su vida. Acto seguido los hombres regaron combustible y tomando la pequeña lámpara de kerosén que estaba sobre la mesa, la tiraron para iniciar el devastador incendio. El rostro de pánico de su padre y su abuela, aún permanece en su memoria; desde entonces no los ha vuelto a ver.
Dos años han pasado rasgando la inocencia de su vida, de callado martirio, de violencia y terror, de sollozos ahogados, de ilusiones marchitas y de noches febriles entre rastrojos húmedos que albergaron cadáveres sin nombre, alimañas, serpientes y borrachos lascivos, de violencia y de sexo.
mis letras
Dos años anhelando que el tiempo se hubiera detenido un día antes de su cumpleaños, cuando su padre recogía los frutos y la abuela cuidaba su precioso jardín, mientras el exquisito aroma de los naranjales coronados de flores, jugaba en su cabello y en las rígidas trenzas de Mariana, adornadas con cintas de colores.
Dos años anhelando ir al colegio, al cine y a la plaza; noches enteras recordando su cálida familia y la comida recién preparada con sabor a laurel, cilantro y leña. Dos años dibujando entre sus sueños la silueta delgada de la abuela, en el umbral lejano de su infancia, cuando tomada de la mano de Mariana, se perdían entre risas y juegos infantiles, en el sendero de los platanales.
mis letras Entre el ligero y apreciado cúmulo de imágenes borrosas que esperaban ansiosas, les concediera un pensamiento breve, vio la figura gentil y coqueta de su amigo Manuel y el gesto sin igual y algo nervioso retirando el mechón de su cabello que rebelde insistía en caer a su frente. Pensó en ese momento que estaba acariciando sus mejillas pecosas y hasta creyó perderse ilusionada en la mirada verde de sus ojos. Una vez mas, quiso sentir el roce de sus labios, volviendo a revivir el mágico momento que fue ese primer beso… y luego la incontrolable risa de Mariana espiando oculta, tras el inmenso tronco de un árbol marañón. Creyeron ser el uno para el otro. Manuel tenía sus metas muy bien definidas y su anhelo trazado a largo plazo era el de convertirse en Arquitecto. Se conocían de toda la vida, desde pequeños solían compartir la misma bicicleta, los libros de la escuela y el anhelo común de que pronto llegara el día sábado en la tarde para irse de pesca.
¿Qué será de papá? Siempre se preguntaba, recordaba sus manos campesinas tan ásperas y fuertes como si después de tantos años en contacto directo con la tierra, ella agradecida, se propusiera recompensarle con parte de su gran vitalidad. Y recordó la frase con que el las consentía a Mariana y a ella, papá solía llamarlas: “Mis Bellas Flores Blancas”.
mis letras Sobre el vetusto catre, Daniela sintió su frágil cuerpo flotando entre las nubes y llegó hasta su oído el ronronear mimado y hechicero de su gatita parda. Luego una luz sublime acarició su frente y la canción de cuna que su madre cantaba, invadió las montañas quedándose su eco en los nidos pequeños solitarios y posando sus notas en el pálido vientre nacarado, como si pretendiera arrullar en su seno cristalino marchito, al pequeño capullo que se extingue, sin llegar a nacer.
Después de algunos días a unas pocas cuadras de allí, llegó un destacamento que custodia fielmente toda aquella región. Son jóvenes soldados que ingresaron al ejército hace muy poco tiempo y entre ellos se ha difundido un rumor misterioso: “Hablan de un tal espanto con ropa camuflada. Dicen que es una joven de mirada sombría, de silueta espigada y hermosa cabellera castaña que casi llega hasta su cintura”. Algunos ya la han visto y todos en las noches, a pesar de ser hombres muy valientes, oyen ruidos extraños y lamentos ahogados que los hace temblar. Es tan cierta esta historia, que cuando esto sucede los búhos también se asustan y a toda prisa, emprenden el vuelo.
mis letras Muy cerca de este sitio, camino a la cañada se escucha un arroyo pequeño y a unos cuantos pasos, subiendo la pendiente, hay una región callada y enigmática, donde una gata parda solitaria se pasea y por las noches ronronea con mucha tristeza, como si dialogara con la luna y le contara que bajo el techo de la vieja casita que desde allí se ve, yace sin vida su apreciada amiga, como una flor sin alma.
mis letras
Aún permanece tirada en el rincón la mochila olvidada y el álbum con las fotos familiares. El almanaque amarillento mudo, descansa suspendido en la pared; impávido ha marcado la fecha exacta de ésta historia, la historia de Daniela, la mujer niña que descansa inerte sobre el vetusto catre abandonado y al mirarla parece sonreír. mis letras

Austeros han pasado los meses y los años, los absorbió la tierra cubriéndolos con lluvias y veranos que transformaron su pesada marcha, dando a luz bellos árboles con frutos suculentos de preciosos colores y sabor exquisito. Los pajarillos cantan, hay nuevas mariposas, exóticas iguanas y ardillas con la cola espelucada, pasean tranquilamente por allí.
Desde hace muchos meses, Simón el labrador y la abuela Isabel, han visto con asombro que entre risas y cantos, dos niñas se pasean tomadas de la mano por el sendero de los platanales, las dos parecen ir rumbo a la escuela. A veces correteando, la más pequeña arroja sobre el lecho del río, las cintas de colores que sostienen sus trenzas y su cabello alborotado al viento, se enreda entre las hojas y ramas de los árboles, cuando observa los nidos pequeñitos y pretende coger mangos maduros. La otra muy feliz, corriendo junto a ella, parece divertirse, en el fallido intento de alcanzarla.
mis letras En la morada aquella, perdida y solitaria, donde duerme Daniela para no despertar, el muladar cercano se vistió de alegría y primavera. Dicen que han escuchado a dos niñas cantar y la sonrisa tierna de un pequeño bebé, se esparce con la brisa y traviesa se esconde entre las grietas de la pared raída de la casita vieja.
Justo desde ese día que marca el almanaque que se haya suspendido en la pared, despertaron tres flores primorosas, fragantes y divinas, blancas como la nieve y las perlas de nácar que parecen sonrisas brotando de una herida muy profunda en el fondo del mar.

“Coincidencia casual” ¿Quién lo diría?
mis letras
“¡Tres Flores Blancas en el Muladar!”

Marta Lilián Molano León


Cuento en prosa lírica, incluído en el libro titulado El Otoño En Los Ojos De Un Niño.

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